Cada día resulta más difícil en nuestros países latinoamericanos conseguir apoyo real ya sea en el orden técnico, logístico o propiamente económico a emprendimientos que se encuentran en su fase de gestación o STARTUP, es bastante costoso el precio de ese sacrificio por asumir y gerenciar un riesgo calculado que en un tiempo determinado generará una prima o beneficio como compensación a ese esfuerzo previo basado en el denominado costo oportunidad de los recursos, llamado Inversión.

Unas de las principales razones que inciden en esta problemática, es la continua y recurrente confusión de entendimiento sobre la diferencia existente entre una Micro, Pequeña o Mediana Empresa, MIPYME y un STARTUP y su consecuente solapamiento conceptual tanto desde el punto de vista de inversionistas individuales como de instituciones y programas cuyo propósito dicen ser que es de financiar STARTUP, pero sus propuestas y tratamiento son similares a los de las MIPYMES. En ocasiones hasta vemos hacedores de políticas públicas y entes de fomento al desarrollo, iniciar hablando de la importancia de nuevas iniciativas innovadoras y de fomento al emprendimiento y vertiginosamente cruzan al concepto de MIPYMES como si fueran lo mismo. Irónicamente, estas mismas situaciones han mermado significativamente el desarrollo real de nuevos emprendimientos e incluso ha provocado en cierto modo el incremento de mortalidad de proyectos nuevos en fase temprana.

La categorización de las MIPYMES  varía según el país,  debido a que se toma en cuenta entre otros factores: valor de activos, los volúmenes de ventas anuales  (obviamente nunca tendrá el mismo valor vender 100 mil dólares en Estados Unidos que hacerlo en República Dominicana) y cantidad de empleados ( en R.D., las MIPYMES incluyen a las empresas o negocios no agrícolas dedicados a la manufactura, comercio y servicio que se clasifican según el número de trabajadores, incluyendo al propietario, en : microempresas hasta 10 trabajadores y ventas brutas anuales de hasta RD$8, 000,000.00 La pequeña empresa será la que tenga de 11 a 50 trabajadores y ventas brutas anuales de hasta RD$54, 000,000.00 y mediana empresa deberá tener de 51 a 150 trabajadores y ventas brutas anuales de hasta RD$202,000,000).

Un STARTUP podría ser una MIPYME o no serlo y quizás hasta no llegue a ser una empresa,  su condición natural es que está  en un proceso de reconocimiento, prueba, validación y diseño de alternativas para, entregar y capturar  valor a través de un modelo de negocios, sin necesariamente tener una estructura operativa y administrativa  definida, enfocado en : la escalabilidad deseada para el proyecto, las barreras estratégicas de entradas para protegerse , los mercados que desea alcanzar para expandirse e incluso los socios estratégicos que le conviene tener para crecer sostenidamente con tendencia, posibilidad y facilidad para modificar su modelo y adaptarse ordinariamente  a las condiciones existentes en el entorno sin grandes traumas.

Ciertamente si una unidad de negocio ha sido categorizado como: Micro, Pequeña o Mediana Empresa, significa que está funcionando, que está entregando un producto o servicio y recibe ingresos por ello independientemente de que en un tiempo específico esté pensando expandirse, pivotar o vender su negocio. Esta es la condición fundamental que marca la diferencia entre  una MIPYME con un STARTUP.

No se trata de que uno sea más o menos importante que el otro, pues ambos han sido pilares y artífices de impactar economías mejorando niveles de vida de emprendedores, empresarios y los actores del entorno, sin embargo la pertinente inversión de capital como catalizador de su crecimiento puede establecer la diferencia entre éxito y fracaso de estas, posiblemente, por falta de un conocimiento sobre la dinámica propia de cada una el comportamiento adecuado de los inversionistas podría estar distorsionado en su rol y consecuentemente en la pertinencia de la modalidad de participación en un determinado proyecto.

Los inversionistas de riesgo, inversionistas ángeles, fondos de fomentos o cualquier otra fuente de inversión sea pública o privada, deben poseer un claro conocimiento de su función dentro de la ecuación de una unidad iniciativa empresarial, diferenciando puntualmente la naturaleza de capital semilla, capital de inversión inicial y capital de trabajo como medio de apoyo a proyectos diferenciados, para que verdaderamente puedan cumplir su rol.

El financiamiento de un STARTUP, tolera múltiples modalidades de apalancamiento, generalmente teniendo como excepción táctica, préstamos para capital de trabajo , sin embargo la mezcla conceptual de  MIPYMES  con STARTUP  orienta hacia la mutilación de recursos económicos para estas últimas,  ya que el fondo de capital semilla es muy diferente al concepto de  capital de inversión inicial,  aunque ambos se realicen en la misma etapa, pues la  inversión inicial es una actividad genérica para cualquier proyecto, sea STARTUP o no, en tanto que capital semilla posee intrínsecamente un riesgo parecido al del emprendedor, por esa razón es  de mayor envergadura  y de mayor vocación de paciencia y diversificación durante el proceso.

Por otro lado está el capital de trabajo que posee su propia naturaleza y generalmente forma parte de las necesidades propias de las MIPYMES y  se relaciona con las operaciones del negocio y por definición, como es de trabajo no es de inversión propiamente pues  aunque técnicamente  se invierta en las operaciones del negocio, está directamente vinculado con los activos de trabajo y los pasivos de trabajo, y es la  resultante operativa de ambos que se denomina Inversión de trabajo como evidencia de la generación de valor luego de ser utilizado.

En América Latina, necesitamos capitales semilla auténticos, inversionistas Ángeles naturales y programas de financiamientos orientados al desarrollo verdadero de STARTUP con capacidad  de tolerancia al tiempo  y dinamismo,  adaptado a la naturaleza de un STARTUP y al mismo tiempo fortalecer los programas existentes para fomento y desarrollo de las MIPYMES, valorando en ambos casos su gran utilidad  y que cumplen un rol protagónico para impactar positivamente la vida de nuestra población, pero reconociendo que son unidades diferentes, donde cada uno posee identidad propia y que si los llamamos por el mismo nombre, no responderán porque sencillamente no se llaman así, los estamos confundiendo y por tanto los  trataremos como no se merecen. Sencillamente reconozcamos que STARTUPS y MIPYMES, son muy valiosas pero son tan diferentes como los fondos que necesitan.

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